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Sofá Togo: una historia de éxito

Es complicado averiguar de dónde salen las tendencias. De pronto un sofá se pone de moda y la vemos en todas partes.  Un buen ejemplo es el caso del sofá Togo. Desde TikTok hasta editoriales de moda de Zara, Mango o Dior. Incluso algunas casa de famosos como la de Lenny Kravitz cuentan con este ya omnipresente sofá. 



Sofá Togo: una historia de éxito

Sofá Togo: una historia de éxito
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Sofá Togo, la revolución empieza en casa

Años setenta. Manifestaciones en contra de la guerra de Vietnam, marchas de grupos pro-derechos civiles, cisma entre generaciones, experimentación y psicodelia en el festival de Woodstock, mayo del 68 en Francia… Algo estaba pasando en la nueva década. Los 70 fueron intensos, rupturistas y muy creativos. El diseño le tomó el pulso a las reivindicaciones sociales y se unió al cambio con un gesto aparentemente simple pero profundamente significativo: la manera de sentarse cambiaría para siempre. 

El sofá Togo fue una revolución y la culpa la tuvo el genial Michel Ducaroy, un diseñador francés nacido en Lyon en 1925 en una familia vinculada al interiorismo. Después de pasar por l’École Nationale des Beaux Arts, trabajó en la empresa familiar hasta que en 1952, la marca Ligne Roset le fichó como diseñador. 

Antes de que el sofá Togo despuntara, Ducaroy ya apuntaba maneras con modelos de sofás y sillas que aunque menos populares, dejaban intuir su estilo. Desde la silla Adria, sin reposabrazos y suspendida en el aire – seguía la estela de Mies Van der Rohe – hasta otras dos piezas como la butaca Safy y el sofá Kashima, que dieron paso al éxito de Togo. 



El sofá Togo, una pieza revolucionaria

Casi dos décadas después de iniciar su trabajo en Ligne Roset, Ducaroy por fin se atrevió a mostrar al mundo el modelo Togo. Una sola pieza, sin elementos movibles, algo tosca, con la costura marcada. No fue bien acogido. 

Para describir a este  sofá se usaron todo tipo de calificativos, desde transgresor, tosco, arrugado o incluso “simple sofá-cojín”.  Que el propio diseñador confesara haberse inspirado en un tubo de pasta de dientes para crearlo no ayudó pero ahí radica su genialidad. Era increíblemente diferente en el momento perfecto para serlo.  

 

Sofá Togo, nuevos materiales y formas

Para rellenarlo Ducaroy optó por un material que empezaba a despuntar en la década de los 70: la espuma de poliuretano. De hecho, el sofá Togo está relleno de 8 capas de espuma con diferentes densidades. Y este es otro de los puntos claves: el sofá Togo no necesita ensamblaje. Es una pieza entera cuyas formas ya están determinadas y que solo requiere de una tela para cubrirlo.

La espuma, aunque considerada un material ligero, en realidad le concede un plus de estabilidad y robustez. El anuncio con el que el sofá Togo se mostró al mundo no tiene desperdicio. Mientras unos karatecas muestran sus llaves sobre el sofá, la voz en voz dice “es un abrazo que el sofá le da a tu cuerpo sin deformarse nunca”

Sin patas ni reposabrazos, el sofá Togo proponía otra forma de sentarse. Un acto tan cotidiano como sentarse en un sofá al llegar a casa, cambiaba completamente para acercarse a un estilo de vida que empezaba a transformarse.  

¿Por qué está tan de moda el sofá Togo?

Su éxito no fue inmediato. Un sofá tan diferente, que dejaba atrás los muebles sobrios, no fue acogido con gran entusiasmo. Poco a poco llamó la atención de otros diseñadores, fotógrafos y por supuesto, del público, que lo han convertido en un auténtico éxito a lo largo de 40 años. 

¿Dónde radica su éxito? Las tendencias en interiorismo y decoración han puesto sus ojos en los años 70. Lo setentero vuelve, incluido el sofá Togo que soluciona muchas de las necesidades actuales. 

  • Es versátil: encaja tanto en un piso pequeño como en un lobby de hotel o en la mansión de un cantante. 
  • Es personalizable: hay variedad, tanto de colores, telas como de formas. Desde la butaca, pasando por el formato otomoano o el sofá de 2, 3 o infinitas plazas. 
  • Es diseño de primera: hay un je ne sais quoi en este modelo que desprende cierto aire de informalidad, casi indiferencia. Una elegancia no forzada, un lujo silencioso que lo ha convertido en uno de los sofás más deseados.